Memorias
Hoy me contaron una historia de la cual no solo tiene,
rima y gloria,
y dice así.
Hubo una vez dos enamorados,
marido y mujer se decían,
encariñados se miraban,
sin parpadear se besaban.
En ese amor nace lo que para unos es tradición, y de la cual solo se necesita la narración.
Era tanto su amor
que cuando estaban mirándose se decían:
¡si! me voy antes que tu,
me convertiré en un árbol sólido y fuerte,
que será mi viva imagen,
creceré y te daré frutos!...
Pasaron los días, meses y años y en la víspera de otoño, ¡ocurrió lo inesperado!
Para mí una sorpresa, para el que se quedó, una desgracia.
La que fuera la mujer,
de este mundo partiría,
dejando solo
al amado marido
sin consuelo
y con melancolía.
Se fue lejos,
a otro sitio diferente,
de la cual no se regresa,
pero se goza...
¡Sorpresa mía!,
la que, al cabo de unos días,
en el patio crecía,
un Mezquite con magníficas flores,
de contraste dulce y sereno,
que lucia elegante y eterno.
Y al soplar el viento, se podía oír cantar, al amor entre ellos.
Te cubría y te protegía, pero más te consolaba, al saber de su partida.
Paso el tiempo y la herida sanaría,
pero al final de la primavera,
a su amado recogería,
la que fuera la mujer,
que en camino venia.
Partieron de este mundo,
y juntos están
en lo que ahora es su hogar,
Eterno, sereno y luminoso
Como debiera ser un minuto en el cielo.
Ahora en el patio
yace un Mesquite floreciendo,
que acoge a uno más pequeño,
que complementa el hueco
del no saber de ellos.
Esta es la historia,
simple, humilde y de amor eterno
Que dejo la partida de mis abuelos.
En Memoria de mis Abuelos
Texto he ilustración por Victor Manuel Gordillo Hernández
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